Se acerca un diciembre con presagios de conflicto. Un momento propicio para revisitar el libro de comics Carne Argentina, que narró en caliente la crisis social del 2001 y ensanchó el espacio de lo visible y lo decible en la historieta nacional.
Por Sebastian Gago *
El libro Carne argentina es un exponente de la historieta contemporánea rioplatense. Lo es por haber sido realizada durante la crisis del 2001 y, a la vez, en un momento de crisis y renovación del ámbito de la producción y la edición de historietas en nuestro país. Es que aquel colapso económico y social, que no fue otra cosa que la detonación de una bomba activada una década atrás de la mano de políticas económicas neoliberales, tuvo su correlato en el quiebre del sistema industrial de edición de narrativas dibujadas en el país, que tuvo su época dorada hacia la mitad del siglo XX.
En los últimos años de aquel siglo y los inicios de la década siguiente, la movida fanzinera y los pequeños sellos autogestivos e independientes marcaron una creciente presencia en los eventos dedicados al género, que supondría toda una novedad de esta nueva etapa del campo de la historieta argentina. En ese contexto apareció este libro guionado y dibujado en caliente, y en un momento donde no se podía escribir más que bajo esa temperatura. Como decía Iván Lomsacov en una nota de La Voz del Interior de enero de 2007, Carne argentina es la obra historietística que más explícitamente representa los hechos de aquel estallido económico, social y político.
Carne argentina no es una única historieta, sino una antología de siete comics breves. Estos episodios presentan en un tono testimonial historias particulares de personajes comunes desarrolladas durante el turbulento diciembre que tuvo como hecho político sobresaliente la sucesión de cinco presidentes de la Nación en trece días. El realismo con el que fueron construidas sus historias y la manera en que los autores usaron estrategias narrativas para interpretar y criticar la realidad social del momento, nos habla de un experimento creativo que marcó distancia de los géneros narrativos dominantes en la historieta hasta aquel momento. Con la desaparición de las restricciones y el esquematismo que antes imponían las editoriales tradicionales, se ensanchó el espacio de lo visible y de lo decible para toda una nueva generación de autores y autoeditores.
Poblado de temas, situaciones, personajes y diálogos “sacados” al calor de la acción, este libro fue realizado por autores nucleados en la editorial cooperativa La Productora. Varios de los autores que participaron en Carne argentina son actualmente referentes indiscutidos de la historieta nacional, reconocidos internacionalmente, como los guionistas Diego Agrimbau y Federico Reggiani, y los dibujantes y autores integrales Ángel Mosquito, Cristian Mallea, Jok y Carlos Aón.
Todo a la parrilla
Las historias narradas en Carne argentina transcurren en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano que la rodea. El espacio geográfico es reconocible por las referencias directas a la arquitectura (nombres de calles, edificios históricos, espacios verdes y otros detalles urbanos, etcétera), el lenguaje (la variable dialectal rioplatense del castellano) y el contexto social, económico y político. Ese trasfondo en el que se mueven los personajes está marcado por el desempleo creciente y continuado, la precariedad laboral, la (sensación de) inseguridad, la represión policial a la protesta social, la especulación financiera, la retención forzada de depósitos bancarios conocida como “el corralito”, el éxodo de argentinos a Europa, y el acaparamiento y saqueo de alimentos.
El grotesco de las acciones de la mayoría de los episodios queda sintetizado en la frase de la remera que lleva un personaje en el episodio “Los colores del campeón” (realizado por Jok): “Arriba los de abajo”. Una de las características que define al grotesco es la inversión de valores y jerarquías, la degradación de lo social y moralmente instituido y legitimado; y de eso se trata esta antología de historieta. A lo largo de los unitarios de Carne argentina, vemos caer a un presidente de la Nación; a un gerente de YPF que, para lograr un “negocito” que le permita ganar en medio de la crisis financiera, “entrega” a su hija como prenda de cambio a un vecino futbolista; a otro gerente, en este caso de un banco, secuestrado por un ahorrista víctima del corralito que a modo de venganza clasista obliga a su cautivo a pasar la Navidad con su familia; a un repositor de supermercado que, en medio de amenazas de saqueos, acaba con menos chances de llevar el pan a su casa que la de su propio hermano menor, un desocupado estructural que se sabe ajustar al clima del momento.
Cuerpos y dignidades derruidos por el hambre, la explotación y la carencia de lo más básico, amén de la caída en picada de los valores morales. Por ejemplo, en el episodio “Los inadaptados de siempre” (guión de Cristian Mallea y dibujos de Carlos Aón), en aquella noche fatídica del 20 de diciembre de 2001, un grupo de habitantes de una zona del conurbano confunden a pobladores de un barrio vecino con saqueadores. En medio de la paranoica guerra de pobres contra pobres, algunos sacan pingües ganancias.
El recurso al grotesco, las numerosas referencias directas al contexto social y político argentino, y el estilo realista para presentar historias de gente común en espacios concretos y cotidianos, son elementos que ponen coordenadas de tiempo y lugar a la violencia narrada: un pedazo de Latinoamérica arrasado por el neoliberalismo que aún hoy sigue haciendo de las suyas.
Carne argentina es una historieta que cualquier lector con manejo del idioma castellano podrá entender, pero será el lector argentino quien reconocerá una mayor cantidad de climas y temas representados. El relato es “sobrehistorizado” porque no podría ocurrir sino en un lugar y una época específica. Pero esa historización no impide el uso de la alegoría o del símbolo en cuestiones que van más allá de los grandes temas e imágenes ligadas a la crisis argentina (saqueos, represión, conflictos entre clases sociales, corralito bancario, renuncia presidencial, éxodo de argentinos a Europa, etcétera). Veamos un par de ejemplos.
En el episodio El corralito (Federico Reggiani y Gervasio), el gerente de banco –llamado Ricardo Ponce de León– secuestrado por un ahorrista que no puede retirar sus depósitos a causa del cerco financiero es una alusión clarísima –por aspecto físico, actividad profesional, hechos que se le imputan– a Domingo Cavallo, superministro del fallido Gobierno de De la Rúa y mentor de las medidas económicas que afectaron a millones de personas y salvaron a grandes inversores y bancos.
Otro ejemplo lo encontramos en Los devoran los de afuera (de Ángel Mosquito), episodio en el que una puntera política de físico robusto y pelo rubio, llamada Lita, lidera un bloqueo al acceso del supermercado Coto en reclamo de alimentos. El personaje es insistentemente apelado por el protagonista del relato –“el Pancho”– por el mote de “La Gorda Carrió”. La referencia se vuelve doble, tanto por lo verbal como por la elección gráfica: el apodo y los rasgos físicos del personaje remiten a Elisa Carrió, una dirigente política reconocible inmediatamente por cualquier lector argentino de mediana edad. El uso –y recurso– del personaje es irónico, pues difícilmente podríamos imaginarnos a la Elisa Carrió real, actualmente aliada al Gobierno de Cambiemos, apostada en la puerta de una multinacional pidiendo alimentos para los más afectados por la crisis, tal como lo hace el personaje. El “ironómetro” estalla en mil pedazos cuando el protagonista exclama: “¡Qué organización, loco! Se vinieron con micro, gorda, todo… Yo a la Carrió la voy a votar”.
Y la violencia se hizo carne
Volvamos al tema de la violencia, eje que vertebra cada una de las historias reunidas en Carne argentina. Sus personajes participan de la violencia, pero no porque sean naturalmente violentos, sino porque sus condiciones de existencia, y sus disposiciones y valores, los mueven a tomar decisiones en situaciones límite. La violencia entre vecinos del mismo barrio y de barrios diferentes, entre hermanos, entre patrones y empleados, entre ahorristas y banqueros, es una violencia que no vale por sí, sino que está politizada, atada a un contexto que la genera. Un logro de este libro de historieta ha sido admitir y representar de manera explícita las tensiones sociales y políticas contemporáneas a su creación, tematizando conflictos de la vida cotidiana que se actualizan continuamente. Claro que esa posibilidad de decir y visualizar no hubiera sido posible sin la autonomía que la historieta argentina contemporánea fue ganando progresivamente durante las últimas dos décadas, al compás de la autogestión editorial. El “yo autobiográfico”, la experimentación gráfica, el detalle de la vida cotidiana y la intimidad, la política y la revisión del pasado y la construcción de memoria fueron los puntales sobre los que se asentó la historieta contemporánea rioplatense.
Un dato a recalcar es que en medio de aquella crisis nacional, Carne argentina fue editada primeramente en España (2002), con el añadido de textos “traductores” en la edición, como una nota aclaratoria que indica que “las historias que siguen apenas son apuntes e impresiones sobre el estallido social ocurrido en Argentina a fines del año 2001”. Un año después, la obra fue republicada por el sello cooperativo argentino La Productora, y hasta tuvo una versión brasileña, en idioma portugués. A pesar de narrar hechos locales en un tono realista, este comic testimonial fue originalmente concebido para ser colocado en el mercado exterior. La crisis, o bien la necesidad, terminó convirtiéndose en virtud.
* Licenciado en Comunicación Social y Doctor en Estudios Sociales en América Latina. Profesor de Teorías Sociológicas I y II y de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC y codirector del proyecto de investigación Estudios y Crítica de la Historieta Argentina, radicado en la misma institución. Investigador del CONICET con sede de trabajo en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad.
(Segunda entrega de la sección “Historietas verídicas”, en la que varios especialistas en las narrativas dibujadas escriben sobre obras que abordan hechos de la realidad histórica y contemporánea)