En pleno conflicto universitario, la Facultad de Ciencias de la Comunicación fue escenario de la evocación del intento de fuga y el posterior fusilamiento de presas y presos políticos de la cárcel de Rawson, el 22 de agosto de 1972. Al año siguiente, la entonces Escuela de Ciencias de la Información sería denominada por sus estudiantes “Héroes de Trelew”. La crónica completa de un ejercicio de memoria colectiva, indispensable en tiempos en que el olvido y la impunidad vuelven a ser política de Estado. 

Por Fernanda Juárez *

El 22 de agosto es una fecha marcada con rojo en el calendario trágico de nuestro país. Durante años, cada vez que llegaba ese día, cientos de miles de argentinos gritaban a viva voz y con los ojos encendidos los nombres de aquellos militantes que en 1972 –tras haber protagonizado una increíble fuga del penal de Rawson– fueron atrapados y luego fusilados en la base aeronaval Almirante Zar de Trelew. El eco de los apellidos de esos jóvenes repicaba especialmente en las calles de Córdoba. Diez de ellos –por el origen de sus familias o por ser éste su lugar de estudio, trabajo y militancia– provenían de nuestra ciudad. Dieciséis asesinados y tres sobrevivientes. Mientras algunos vislumbraban un acontecimiento excepcional –por el carácter salvaje y la voluntad aniquiladora– otros oyeron,en el estruendo de las balas,el preludio de lo que poco tiempo después sería la política genocida implementada en la dictadura militar de 1976. El disciplinamiento mediante el terror, la no asunción de la autoría del hecho criminal y la aplicación de la ley de fugas fueron algunos de los elementos que se combinaron en el laboratorio militar de la Patagonia, para poner a prueba una metodología que luego sería replicada a gran escala en todo el país. Aunque ya habían pasado 40 años de esos asesinatos, en 2012, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia calificó de “lesa humanidad” a los crímenes ocurridos en Trelew y encarceló a los responsables.

El pasado 22 de agosto, la Facultad de Ciencias de la Comunicación (UNC) retomó el hilo de una tradición olvidada y organizó una jornada conmemorativa que llevó por título “La antesala del horror. A 46 años de la masacre de Trelew”. Además del montaje de una muestra fotográfica con recortes de diarios e imágenes de la época y la proyección de cortos documentales sobre la temática, se realizó una charla debate con la presencia de Alicia Staps, ex detenida en el penal de Rawson y participante de la fuga; Héctor Tosco, hijo del dirigente sindical Agustín Tosco, preso en la cárcel de Rawson; Eugenio Talbot Wright, integrante de la agrupación HIJOS; Gustavo Vaca Narvaja, hermano de uno de los sobrevivientes de la fuga; Andrés Cañas, militante del PRT y ex preso político, y Eberto Arrascaeta, compañero de militancia de María Antonia Berger, una de las sobrevivientes de la masacre.

La actividad surgió como iniciativa del propio Eugenio Talbot Wright, estudiante de Comunicación Social y sobrino de Susana Lesgart, una de las militantes asesinadas en Trelew. Los profesores del Taller de Lenguaje I y Producción Gráfica (cátedra B), de Redacción I y II y del seminario de Derechos Humanos se sumaron a la organización con el apoyo de la Secretaría de Extensión de la Facultad.La actividad tuvo como marco la multitudinaria manifestación de los universitarios organizada ese mismo día para reclamar ante el actual gobierno por las medidas de ajuste a la educación que incluyen el recorte presupuestario alas universidades públicas y la depreciación de los salarios docentes. La escena se resignificaba con el correr de las horas. A cada paso que daban los manifestantes encolumnados en la movilización, un renovado sentido de la lucha y la resistencia impregnaba los preparativos del homenaje en el auditorio de la Facultad.

Ese día también se recordó otro acontecimiento histórico que permanecía guardado en un rincón de la memoria de nuestra institución. Corría el año 1973. Apenas había transcurrido un año de la masacre y los estudiantes de la flamante Escuela de Ciencias de la Información habían decidido conmemorar ese hecho con la presencia de dos de los sobrevivientes: María Antonia Berger y Alberto Miguel Camps. Durante ese acto también se colocó una placa en el hall del edificio que enaquel entonces estaba ubicado en la céntrica esquina de Vélez Sarsfield y Caseros, donde hoy funciona la Facultad de Lenguas. La inscripción en la placa iba unida a una acción fundacional: otorgarle el nombre “Héroes de Trelew” a la recientemente creada Escuela de Ciencias de la Información.

El plan

Alicia Staps, la única protagonista de la fuga del penal de Rawson presente en el auditorio, fue la encargada de abrir la charla con un testimonio conmovedor en primera persona. Militante de la organización Montoneros, con poco más de veinte años, había sido trasladada a Rawson desde la cárcel porteña de Devoto. Durante el encuentro, relató con voz suave y palabras precisas cómo se planeó y llevó a cabo esa histórica huida del presidio de Rawson, una cárcel alejada de los centros urbanos donde el gobierno de facto de Alejandro Agustín Lanusse confinó a los principales líderes de las organizaciones armadas que operaban en Argentina –Montoneros, Ejército Revolucionario del Pueblo y Partido Revolucionario de los Trabajadores (ERP-PRT), Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)- junto a cientos de militantes políticos, estudiantiles y sindicales. Todos ellos habían sido llevados a la cárcel delsur con un único objetivo: sofocar –mediante el aislamiento y el desarraigo– la resistencia al régimen dictatorial y el impulso revolucionario que ganaba terreno en las ciudades.

Con la delicadeza –tal vez la ternura– de alguien que vivió una experiencia en el límite y teme que los detalles se pierdan, Alicia Staps se refirió a los momentos previos al 16 de agosto de 1972.Según su testimonio, la iniciativa de concretar una fuga masiva de prisioneros surgió del PRT. Las demás organizaciones políticas se plegaron y participaron mancomunadamente en el diseño del plan y la coordinación del apoyo externo. La trama de esa fuga se tejió durante los encuentros con los abogados y familiares, en un lugar dentro del presidio donde eran recibidas las visitas. Ahí entre abrazos, mates y bajo el manto secreto de las reuniones con familiares y abogados se pergeñaron los detalles del gran escape. El plan contó con la decisiva colaboración de un guardiacárcel, Carmelo Fazio, quien desde muy joven había militado en la resistencia peronista y, ante las persecuciones en Buenos Aires, recaló en Trelew donde vivía un familiar. “Él colaboró con nosotros: nos dio planos de la cárcel, los nombres de las personas, los uniformes para que nuestros compañeros pudieran tomar las torretas, nos dio las armas que eran de los guardiacárceles, las consignas, las contraseñas”.

Alicia Staps recordó el encuentro con el líder sindical Agustín Tosco en el preciso momento en que los presos emprendían la fuga. “A medida que íbamos saliendo, él estaba al lado de la reja, nos saludaba uno por uno. Agarraba nuestra mano entre sus dos manos. Nos apretaba y decía ¡‘fuerza compañero’!”.El abrazo era recibido por esos jóvenes como una caricia de un padre. “Era muy grande, de alma y de cuerpo”. El operativo estaba en marcha: los presos habían tomado el penal. Los guardias habían sido reducidos, las torretas ocupadas por los rebeldes y, en fila, los prisioneros se aprestaban a salir para subir a los camiones que estaban a la espera en la puerta del presidio.

Hoy parece la epopeya de una aventura imposible. Tal vez así lo percibieron los cientos de estudiantes de la carrera de Comunicación Social que presenciaron la charla en el auditorio de la Facultad. Como si estuvieran frente al guión de una película. Planear una fuga masiva de 120 presos de un penal de máxima seguridad, planificar el traslado en camiones hasta el aeropuerto de Trelew, tramar el secuestro de un avión de la línea aérea Austral –donde previamente se infiltrarían otros miembros de la guerrilla entre los pasajeros– y obligar a los pilotos a volar hasta Chile, confiando en que conseguirían la protección del gobierno socialista de Salvador Allende y luego un salvoconducto hacia algún país amigo –la Cuba de Fidel Castro, tal vez– que les permitiera exiliarse.

La fuga

Niebla, tierra, viento, bruma. Alicia se veía a sí misma cuerpo a tierra. Por momentos, su espalda pegada a los muros externos de la cárcel. Sólo podía distinguir la luz encendida de los cuatro faros: tal como lo habían planeado, los dos camiones en los que se iban a trasladar aguardaban en la puerta de ingreso, listos para la gran fuga. “Salíamos con la felicidad de saber que nos íbamos hasta Chile”.

El espíritu heroico de los jóvenes de los setenta se refleja en los ojos de Alicia. “No teníamos miedo. Pensábamos que todo iba a salir como queríamos”. Sólo se ven las luces encendidas de los camiones, no se sabe si es de día o de noche. Y una niebla densa, como el aire que se respiraba en aquellos años. La misma niebla –tal vez es la tierra que vuela– les juega una mala pasada. Antes de que los prisioneros lleguen a subir a los camiones, estos emprenden la retirada. Señas de luces y una frazada que se agita desde una de las celdas. A pesar de que era una maniobra estudiada, las señales fueron decodificadas en sentido contrario por el responsable de coordinar el operativo externo. Ante ese desentendimiento, los conductores de los camiones dan media vuelta y emprenden la retirada, convencidos de que algo había salido mal dentro del penal y que la operación debía ser abortada.Los camiones se pierden en la neblina y junto con ellos la esperanza de los presos de conseguir la ansiada libertad. Los seis altos mandos de las organizaciones armadas –Roberto Quieto, Marcos Osatinsky, Fernando Vaca Narvaja, Mario Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna– alcanzan a huir en un auto particular, en tanto que otros 19 militantes –que seguían en la lista de prioridades para la fuga– logran escapar, con demora, en varios taxis rumbo al aeropuerto de Trelew.

El dirigente sindical Agustín Tosco, junto a otros militantes gremiales, había decidido apoyar la iniciativa de los presos políticos pero no fugarse ese día. El argumento esgrimido por el dirigente de Luz y Fuerza, dueño de un carisma único, era irrebatible: confiar en que el pueblo se rebelaría ante las injusticias y finalmente se abrirían las puertas de la cárcel. Ser liberado por el pueblo, eso anhelaba el líder del Cordobazo.

Su hijo, Héctor Tosco, contó que en 2012 tuvo la oportunidad de conocer a Jorge Lewinger, aquel joven de 23 años que estaba a cargo de movilizar los camiones en el exterior del penal: “Es un hombre que lleva un peso enorme. Sólo él sabe bien qué es lo que pasó. Algunos hasta el día de hoy le reprochan la muerte de los compañeros. Y ha tenido serios problemas con su familia y en su existencia”. Héctor se refiere entonces al paso del tiempo: “La fuga, al igual que la muerte de esos compañeros, para los protagonistas de aquellos acontecimientos está en un tiempo que no ha pasado”.

Alicia Staps recordó entonces cómo procedieron los presos ante la maniobra frustrada.“Rápida y muy organizadamente –porque si hay algo que las organizaciones armadas teníamos era mucha disciplina–, todo el mundo dio la vuelta y volvimos a entrar. Se entregó la cárcel. Se entregaron las armas, los uniformes, las llaves y se liberaron a los guardiacárceles. Se entregó todo y cada uno regresó a su celda”.

Además de una disciplina férrea, Alicia se refirió a la cotidianeidad carcelaria en esas horas difíciles: la comunicación mediante lenguaje de señas, tener que tragar los mensajes escritos para no ser descubiertos, los castigos en el “chancho”, el ruido amenazador de los vuelos rasantes sobre el penal.“Los presos comunes apoyaron de muchas maneras y fueron cruelmente castigados tras el intento de fuga, incluso uno de ellos murió”. Alicia también recordó cuando se asomó por una ventana. Con cierta desesperanza observó el desierto patagónico. Piedras, la planicie gris, sin un árbol. Pero al fondo, a lo lejos en el horizonte, Alicia alcanzó a divisar una delgada y casi imperceptible línea azul: era el mar.

El cruce de los Andes

De todos los prisioneros que lograron salir del penal de Rawson ese día, sólo uno está vivo. Fernando Vaca Narvaja, integrante de la conducción de Montoneros. Su hermano, Gustavo –médico y escritor, autor de La jauría del ’76 y Fernando Vaca Narvaja, con igual ánimo, entre otros títulos– narró durante la charla en la Facultad de Comunicación cómo fueron las horas posteriores a la fuga, una vez que los seis jefes de las organizaciones armadas lograron salir del penal de Rawson en un Ford Falcon. Cuando llegaron al aeropuerto, el avión de Austral ya estaba por carretear. Osatinsky y Santucho, inmediatamente, deciden ingresar a la torre de control: “Paren ese avión, hay una bomba”. Los pilotos solicitan precisiones. A esa altura, los guerrilleros habían tomado la torre de control, la cual estaba prácticamente sin custodia. Fernando Vaca Narvaja había sido sub teniente de la reserva del Liceo Militar General Paz, conocía los códigos militares y era el único de los fugados que vestía uniforme militar. Es conocida la escena cuando Vaca Narvaja, por casualidad,se cruza en el hall del aeropuerto con el coronel Luis Perlinger –un militar que había participado en el derrocamiento del presidente Arturo Illia en 1966 y que en ese momento aguardaba para subir a otro avión– y lo frena en seco para reprenderlo: “Lleva las charreteras al revés”.

Los fugados logran llegar hasta el avión que aguarda en la pista. Hacen abrir las compuertas y aparece la azafata. Adentro, los otros tres compañeros desconocen a Vaca Narvaja, por tener uniforme militar. “Es el Vasco, es el Vasco”, les advierte Santucho, “somos nosotros”. Una vez superada esa situación, con el avión controlado, los guerrilleros mantienen un diálogo tenso con los pilotos, quienes se niegan a salir por no contar con suficiente combustiblepara llegar hasta Santiago de Chile. Los muchachos les proponen hacer escala en Puerto Montt y luego continuar hasta la capital del país trasandino. Con la idea de convencer a los pilotos, Fernando Vaca Narvaja y Osatinsky acuerdan representar los personajes del “bueno” y el “malo” y, así, finalmente logran persuadirlos para que la aeronave emprenda vuelo.

Cuando arriban a Santiago, ya se había librado el pedido de captura internacional y se encuentran con el aeropuerto rodeado por las fuerzas militares chilenas. Ya en la pista, descienden primero los pasajeros que iban en el vuelo y luego los seis líderes de las organizaciones armadas. Los militares involucrados en el operativo –los mismos que un año después derrocarían al gobierno socialista de Salvador Allende– son los que detienen a los guerrilleros y los mantienen encerrados en la sede de Coordinación Militar hasta que pueda resolverse su situación.

El 22 de agosto, los prisioneros no reciben los diarios. Les quitan la radio y los televisores. No eran buenas señales. En medio de la incertidumbre, aparece un militar chileno: “Señores, tengo que informarles que el presidente Salvador Allende ha dado permiso para la salida de ustedes a Cuba porque el ejército argentino ha traicionado la bandera de su país. Ha fusilado a los presos políticos alojados en la base Almirante Zar de Trelew”.

Dos horas después,los jefes guerrilleros son trasladados en un camión a un centro de entrenamiento en la montaña, completamente aislado, para evitar cualquier problema de seguridad. Ante los pedidos de los prisioneros para regresar al país, reciben una respuesta contundente del presidente Allende: “la paciencia vence a la improvisación”. Finalmente, en diciembre de ese mismo año, y luego de algunos cambios en su aspecto físico y vestimenta, les permiten a los fugados regresar, por distintas vías y en forma individual, a Argentina donde inmediatamente se reincorporan a la lucha armada.

Héroes de Trelew

Entre los diecinueve presos fusilados en la base Almirante Zar de Trelew, se encontraba Susana Lesgart, pareja de Vaca Narvaja. También estaba Ana María Villarreal, esposa de Santucho, embarazada de ocho meses. El destino trágico de esas parejas se selló en la huida del penal. Eugenio Talbot Wright, sobrino de Susana Lesgart, recordó durante su presentación en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, la encendida personalidad de su tía y sus acciones como militante.

“Las historias de Susana Lesgart marcaron mis convicciones, mis ideales y mis decisiones de militancia”, dijo el integrante de HIJOS, quien también perdió a sus padres y otros familiares durante la dictadura militar. Los relatos sobre Susana siempre fueron transmitidos con alegría en el seno de la familia Lesgart y también a través de los recuerdos de sus compañeros de lucha. Fue una de las fundadoras de la organización Montoneros en Córdoba y participó en distintas acciones libradas por esa agrupación, como la toma de La Calera en julio de 1970.

Apodada “la gorda”, Susana pasó a la clandestinidad y se trasladó a Tucumán, donde trabajó codo a codo con los zafreros de aquella provincia y organizó la toma de la histórica Casa de Tucumán. En ese lugar, donde se había declarado la independencia de nuestro país en 1816, Susana decidió intervenir las paredes con la inscripción “Montoneros”. En otra de las acciones del grupo armado, toman una comisaría y uno de los policías hiere a un integrante de la organización y cae herido en la puerta del destacamento policial. Susana Lesgart regresó a buscarlo, lo cargó al hombro y así le salvó la vida. Al otro día, los diarios relataban: “Un hombre, vestido de mujer, salvó a su compañero guerrillero”. Un acto de semejante valentía no podía ser atribuido, sin más, a una mujer. Susana jamás dejó de alentar con alegría a sus compañeros, y en la última foto tomada a los militantes de Trelew con vida, se puede ver a “la gorda” con un gesto que desconcierta: se dibuja, en su rostro, una suave sonrisa.

A las 3:30 del 22 de agosto, en la Base Naval Almirante Zar, los 19 detenidos fueron levantados sorpresivamente y obligados a salir de sus celdas. Según el testimonio de los tres únicos reclusos sobrevivientes, mientras estaban formados en fila y forzados a mirar hacia el piso, fueron ametrallados por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Sosa y del teniente Roberto Bravo. La mayoría de los jóvenes murió en el acto, en tanto que algunos heridos fueron rematados con armas cortas en el piso. Al terminar los disparos, los seis reclusos que aún permanecían con vida fueron llevados a la enfermería, pero no se les prestó ningún tipo de asistencia médica. Al día siguiente,fueron trasladados a la Base Naval Puerto Belgrano, en cercanía de la ciudad de Bahía Blanca, donde recién fueron atendidos.Sólo tres jóvenes sobrevivieron a aquella masacre: Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar.

La versión oficial que circuló por los principales medios de comunicación indicaba que se había producido un nuevo intento de fuga, con 16 muertos y tres heridos entre los prisioneros. Curiosamente, la acción no había producido ni una baja en las filas de la Marina. No hacía falta indagar demasiado para comprender que los dieciséis prisioneros, totalmente indefensos, habían sido fusilados en plena noche. Además de Lesgart y Villarreal, en ese acto criminal perdieron la vida: Carlos Astudillo, Rubén Pedro Bonnet, Eduardo Capello, Mario Emilio Delfino, Alfredo Kohon, José Ricardo Mena, Clarisa Lea Place, Miguel Ángel Polti, Mariano Pujadas, Carlos Alberto del Rey, María Angélica Sabelli, Humberto Suárez, Humberto Toschi y Alejandro Ulla.

En la cárcel de Rawson, Agustín Tosco fue el encargado de tomar la palabra, tras conocerse la noticia del fusilamiento. El líder de Luz y Fuerza recordó, tiempo después,ese momento aciago en el que la desesperanza y la aflicción se apoderaba de la prisión: “Todos los compañeros estaban en la ventana de su celda. Sus rostros enmudecidos, llorando de bronca. Gritando el nombre de cada compañero. Vivando a cada organización revolucionaria. Y en medio de las lágrimas de la solidaridad, planteábamos la continuidad de la revolución. A mí se me concedió un honor proletario, como obrero, de hablar para despedir, en el sentido físico, a los diecinueve compañeros… para nosotros eran diecinueve. A cada nombre de cada compañero y cada compañera, gritábamos ¡presente! ¡Hasta la victoria, siempre! Eso fortaleció nuestro espíritu, para superar las dificultades y para marchar unidos, construyendo esa revolución históricamente necesaria para nuestra patria y para nuestro pueblo!”

El 15 de octubre de 2012, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia resolvió condenar a prisión perpetua a Emilio Del Real, Luis Sosa y Carlos Marandino como autores de esos crímenes. El teniente Roberto Bravo también fue sentenciado, aunque todavía permanece prófugo en Estados Unidos. “Está protegido por Estados Unidos, porque tiene una compañía que ofrece servicios al Pentágono”, explicó Gustavo Vaca Narvaja, al referirse a las dificultades que se presentaron para concretar su extradición a nuestro país. No obstante, vale decir que para que pudieran ser juzgados, fue necesario que la justicia reconociera esos hechos como delitos de lesa humanidad y declararaque no prescribían a pesar de que hubieran pasado cuarenta años. “Eso tiene muchísima importancia –señala Talbot Wright– porque permitió entender que la masacre de Trelew formó parte de un plan sistemático y generalizado de persecución y exterminio de lo que las dictaduras militares consideraron como enemigos y opositores políticos”.

Familias diezmadas

Los alcances y derivaciones de un hecho atroz como fue la masacre de Trelew no concluyeron con la muerte de los dieciséis prisioneros. Como explicó Héctor Tosco, “las dictaduras decidieron borrar de la faz de la tierra a quienes fueron protagonistas de la fuga de Trelew, y también decidieron exterminar a sus familias”. En Córdoba, las familias Pujadas, Osatinsky, Lesgart, Vaca Narvaja, fueronsolo algunas de las tantas perseguidas impiadosamente por el autodenominado Comando Libertadores de América, a cargo de Héctor Pedro Vergés. Hermanos, padres, cuñadas, tíos, sobrinos. Todos los integrantes de esas familias cayeron bajo la mira.

“Es el caso de Mariano Pujadas, hijo de un médico español. Tenían unas granjas donde criaban pollos cerca del Liceo General Paz. Luego de asesinar a Mariano en Trelew, persiguen a sus hermanos y finalmente en 1975 el genocida Vergés, que operaba en las sombras en Córdoba, ataca a la familia y la asesina completamente. Solo queda María Eugenia Pujadas, que en ese momento era bebé, y Víctor Pujadas que tenía once años. Se llevaron a los padres, los tíos y los hermanos. Los fusilaron en el camino a Alta Gracia. Arrojaron los cuerpos en un pozo y los dinamitaron”.

“La idea era desterrar esos apellidos para que cayeran en el olvido”. Así lo declaró en la Megacausa La Perla Sara Solarz de Osatinsky, a quien le asesinaron a su compañero, el militante Marcos Osatinsky, sometiéndolo a brutales torturas, y a sus dos hijos: Mario, de 19 y José, de sólo 15 años. De los cinco hijos de la famlia Lesgart, Susana fue fusilada en la Masacre de Trelew, Rogelio y María Amelia desaparecidos en La Perla y Adriana en Campo de Mayo.

Los Vaca Narvaja también forman parte de este plan de exterminio a familias completas. Gustavo es hijo del abogado Hugo Miguel Vaca Narvaja quien fuera asesinado por el mismo Comando Libertadores de América que asesinó y se ensañó con los Pujadas. Fue secuestrado de su casa en Villa Warcalde, el 10 de marzo de 1976. A fines de julio de ese mismo año, su cadáver apareció decapitado en el barrio Alta Córdoba y su cabeza se encontró en proximidades de las vías del tren. Ante la magnitud de los crímenes y persecuciones, el 23 de marzo de 1976, a pocas horas del golpe de Estado, 26 miembros de la familia Vaca Narvaja-entre los que había 13 niños- ocuparon por asaltola embajada de México en Buenos Airesy pidieron asilo político sin papelería previa. El Ejército rodeó la embajada con tanques y armas largas, y sólo pudieron llegar a Ezeiza el2 de abril en cinco autos de la diplomatura mexicana. En el país azteca se enteraron que Hugo Vaca Narvaja (hijo), también abogado, preso político en la cárcel cordobesa de barrio San Martín, conocida como UP1, eraasesinado en un simulacro de intento de fuga, el 12 de agosto de 1976.

“Es fundamental que los jóvenes conozcan que ese fue el horror que vivimos en nuestro país. Y que esa memoria pueda ir trasladándose de generación en generación. Esa conciencia que nuestros compañeros del pasado nos dejaron de su lucha”, expresó Héctor Tosco. 

LOMJE

El homenaje en la Facultad de Comunicación continuó con la presentación de Eberto Arrascaeta, compañero de militancia de María Antonia Berger, una de las sobrevivientes de la masacre, luego desaparecida durante la dictadura militar de 1976. En la voz grave de Arrascaeta, lograron colarse algunos fragmentos del relato de Horacio González El acorazado Potemkin en los mares argentinos, en el que se refiere con sensibilidad poética a la figura de María Antonia Berger. Y el auditorio entonces recibió ese otro nombre, Pati, el apodo cariñoso con el que era conocida Berger cuando estudiaba Sociología.

¿Cuántas veces se repiten las escenas en nuestra historia? Ella, una fusilada que vive –como en Operación masacre, la obra maestra de Rodolfo Walsh sobre los fusilamientos en José León Suárez en 1956– relata, junto a sus compañeros, lo sucedido en Trelew. El que escucha esos testimonios no es otro que el escritor Francisco Paco Urondo, autor de La patria fusilada. Yen la voz de Arrascaeta el auditorio vuelve a oír esa sigla pronunciada como un mantra por los militantes de aquel entonces: LOMJE, libres o muertos jamás esclavos. La misma sigla que María Antonia Berger escribió con su dedo ensangrentado sobre el piso de la base aeronaval en Trelew, después que las balas atravesaran su cuerpo.

Un mundo convulsionado

¿Cómo se explica la fuga de Rawson? ¿De dónde surge esa confianza, esa voluntad irrefrenable de los jóvenes militantespor querer transformarlo todo? Por cambiar el mundo y subvertir el orden impuesto, a como dé lugar. Andrés Cañas, militante del PRT y ex detenido político en Córdoba durante la última dictadura militar –sociólogo, docente universitario y autor de Crimen en los dominios de Angeloz (1991), sobre el asesinato del senador Regino Maders, y de Caminos de nuestra América (1999), sobre la experiencia de los socialismos en nuestro continente– fue el encargado de situar los hechos de Rawson y Trelew en un contexto más amplio. Sus notas sobre un mundo convulsionado son necesarias para comprender el accionar de aquellos jóvenes encarcelados en Rawson e inscribir su praxis política en las corrientes revolucionarias y los procesos emancipatorios que florecían en esa época.

Eran años difíciles; años bisagra. Finales de los años ’60 y comienzos de los ’70 del siglo pasado. Andrés Cañas habla sobre la proliferación de movimientos sociales y juveniles alrededor del mundo. “Había una gran agitación mundial”, señala Cañas y mencionó el mayo francés de 1968, en París; la matanza de los estudiantes en Tlatelolco, en México; la primavera en Praga; los procesos de transformación en África, los movimientos contra el Apartheid en Sudáfrica, en Angola, en Mozambique; la revolución de los claveles en Portugal. “El cuestionamiento de los jóvenes era un cuestionamiento al sistema capitalista”. En Estados Unidos, se funde la reivindicación racial con lo político, a través de los movimientos étnicos y Las panteras negras. También había una marcada base nacionalista en los conflictos que sacudían a Irlanda del Norte y a España, en el País Vasco.

Eran años difíciles, en los que Ernesto Che Guevara daba una lucha teórica con el marxismo dogmático de la Unión Soviética. “Hago esta recuperación de Ernesto Guevara porque recuperar su pensamiento es entender a los jóvenes que participaron en aquellos movimientos, en la fuga del ‘72”, explica al referirse a una de las figuras políticas más relevantes del momento y a las distintas vertientes teóricas y políticas donde beben los jóvenes militantes de aquella década. El Che Guevara pone el acento en la praxis transformadora del marxismo y en la figura del hombre nuevo. Llama a la acción cuando dice: “El socialismo va a triunfar pero no es tarea del revolucionario quedarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo”. Cañas también incluye el pensamiento de José Mariátegui y de aquellos jóvenes reformistas universitarios de 1918 que van a influenciar decisivamente a Ernesto Guevara. La revolución es un ejemplo a seguir. Proliferan las guerrillas en Venezuela, Colombia, Chile, Ecuador, Uruguay, Argentina.

“Nuestra juventud es una juventud colectivista, patriótica, comprometida”, continúa. Efectivamente, en nuestro país, la frecuencia de los golpes de Estado genera la convicción en los jóvenes de que no es factible producir cambios por la vía electoral. Los gobiernos que emanan de la voluntad popular son derrocados por las dictaduras.Los bombardeos en Plaza de Mayo, los fusilamientos en José León Suárez, la disolución de los partidos políticos, la destrucción de los sistemas judiciales, el avasallamiento de los derechos individuales y la proscripción de los líderes políticos, como es el caso de Juan Domingo Perón, llevan a los jóvenes a enrolarse en las luchas revolucionarias. “Recuerdo que en aquellos años decíamos, ‘si nos derrotan, vienen 25 años de fascismo’. Lo que no sabíamos, porque no teníamos una vivencia –y de las vivencias se aprende mucho– es de la dureza, del carácter asesino de ese fascismo”, precisa Cañas.

La historia de un nombre

En el primer aniversario de la masacre de Trelew, los estudiantes organizaron un homenaje a los prisioneros fusilados en la Escuela de Ciencias de la Información en la ciudad de Córdoba, en el aula magna del céntrico edifico en el que funcionaba la carrera. En el acto participaron dos de los tres sobrevivientes: Alberto Camps y María Antonia Berger, quienes relataron –con las banderas de ERP y Montoneros a sus espaldas– los pormenores de lo ocurrido durante aquella trágica madrugada. En el hall de la escuela, además, se descubrió una placa en la que se estableció el nombre “Héroes de Trelew”, en homenaje a los caídos en aquel crimen de Estado.

Roberto Maldonado Costa, presidente del centro de estudiantes en 1973, rememoró el contexto en el cual se organizó ese histórico homenaje. En la carrera de Comunicación habían confluido estudiantes que se habían inscripto porque estaban interesados en cursar la carrera junto con otros estudiantes que militaban y que provenían de otras facultades de donde habían sido expulsados de otras facultades.De ahí que la carrera estuviera signada por la militancia de grupos de izquierda. Maldonado Costa relató las dificultades que tenían en aquella época para poder funcionar: “Las fuerzas de la derecha peronista tomaron la escuela tres veces, por los techos, y los estudiantes la recuperamos”. Esos primeros años, desde 1972 hasta el golpe de Estado del 76, –desde el punto de vista de Maldonado Costa– fueron vitales para la construcción de la actitud política con la que se caracterizó al estudiante de Ciencias de la Información.

La propuesta de colocarle el nombre “Héroes de Trelew” a la Escuela de Ciencias de la Información surgió del estudiante Raúl “Paco” Bauducco, durante una asamblea. “La mayoría de los participantes hablaba de ponerle ‘mártires de Trelew’. Paco se levantó y dijo: ‘mártires son los que mueren de rodillas; ellos murieron luchando y por eso son héroes de Trelew’. Y ahí quedó el nombre”, explicó Amelia Montes. Ella fue la encargada en 1973 de invitar a las familias de los fusilados en Trelew para participar en el acto en Ciencias de la Información. Así llegó hasta la casa del matrimonioPolti, quienes ya habían perdido otro hijo en 1970 que militaba en el ERP. Miguel ÁngelPolti, asesinado en Trelew, era el único hijo que les quedaba. “Tengo grabado cuando entré en la casa –relató Amelia-, había un pasillo. ‘Ese es el cuarto de los chicos’, dijo la madre. Las camas estaban tendidas”. Amelia quedó absorta. Todo ordenado y dispuesto como si esos hijos fueran a regresar. Un signo de la espera interminable. Una cruda señal de que esos militantes eran, desde la mirada de sus padres, casi unos niños.

Amelia militaba en las FAR junto con su compañero y María Antonia Berger era la madrina de su hija mayor. Los sobrevivientes de la masacre habían venido en esa oportunidad a Córdoba para participar en diferentes actividades. El compañero de Amelia fue a buscar a María Antonia Berger a la sede del partido Justicialista que, en ese entonces, funcionaba en la calle Vélez Sársfield. “Se vinieron caminando hasta Ciencias de la Información, porque era la forma más segura, y después pasaron por Arquitectura donde también había una asamblea”. María Antonia Berger no pudo hablar en el acto de Ciencias de la Información porque todavía sufría las severas secuelas del fusilamiento. Uno de los tiros le había dado en la mandíbula. “Fue una jornada épica, ponerle el nombre de los dieciséis compañeros fusilados y gritar ‘presente’”, concluyó Amelia.

El nombre fue entonces una suerte de hilo con el que se unió el pasado y el futuro. ¿Qué hay detrás de la recuperación de un nombre? Como dice Horacio González, a través de la política de los nombres “recogemos los signos dispersos del pasado para una nueva meditación convocante, para un nuevo juicio que piense serenamente desde tantas y múltiples heridas”. El nombre constituye un signo que nos interpela para pensar nuestro presente como universitarios. Y hay que decir que por más que la designación “Héroes de Trelew” se haya perdido con el paso del tiempo, que la placa haya desaparecido con los traslados y las reformas edilicias, y que las resoluciones y actas en las que constaba esa denominación hayan sido destruidas por la intervención militar después del golpe de Estado de 1976, a pesar de todo ello, si nadie se lo quitó, si nadie volvió a nombrar la institución, pues entonces, nuestra Facultad debe recordar con orgullo que lleva el nombre “Héroes de Trelew”, el mismo que le dieron esos primeros estudiantes de la carrera. El nombre es parte de nuestra memoria institucional. Sólo hacía falta recordarlo y traerlo al presente.

Adelante y atrás

Como un péndulo, la conversación en el Auditorio de la Facultad de Ciencias de la Comunicación iba hacia el pasado y luego volvía irremediablemente al presente. Atrás y adelante. Pasado y presente. Cada punto del recorrido, llevaba nuevamente a la actualidad.

“Las causas por las cuales fueron asesinados esos jóvenes militantes en Trelew hunden sus raíces en nuestra actualidad, no son causas que hayan perimido, permanecen activas en nuestra realidad”, dijo Andrés Cañas, con el eco de la marcha de los universitarios que ese día congregó a más de cien mil asistentes. En la misma línea, Héctor Tosco expresó: “Quizás hoy se está haciendo de otra forma, pero tenemos las mismas medidas económicas. El mismo montaje del aparato represivo se está armando hoy. La misma entrega de nuestros recursos a través del endeudamiento”. Por su parte, Gustavo Vaca Narvaja se refirió a los retrocesos, en materia de derechos, que está sufriendo el pueblo argentino: “Los presos políticos sobrevivientes hoy están vulnerables ante este régimen autoritario que ha colonizado el poder judicial, ha sometido al Congreso, se ha dedicado a espiar y difamar. ‘No bajar los brazos’ es la consigna y es necesario que la juventud comience a comprender que si no lucha por sus derechos, sus derechos no van a existir”.

En tanto, Eugenio Talbot Wrght señaló que la masacre de Trelew significó una bisagra en la historia argentina, pero también marcó el nacimiento de una nueva militancia y el origen de los organismos de derechos humanos. “Después de ese hecho, decimos nunca más desaparecidos, nunca más balas para el pueblo cuando sale a luchar por sus derechos. La tierra no es una mercancía y le pertenece a quien la habita y la trabaja, como nuestros hermanos mapuches, como los habitantes de Parque Esperanza en Juárez Celman. Marchamos, luchamos y nos movilizamos por una educación libre, laica y gratuita, por salarios dignos, por soberanía política, por memoria, verdad y justicia. Por eso estamos hoy acá”.

Los sobrevivientes saben que dar testimonio y mantener viva la memoria es su deber. “¿Cómo fue que pudimos sostenernos?”, se preguntó Alicia Staps. “Porque militamos permanentemente. No dejamos nunca de militar. Si un camino se cerraba, abríamos otro. Y eso nos mantuvo vivos y enteros”.

 

* Magister en Comunicación y Cultura Contemporánea. Docente de Taller de Lenguaje I y Producción Gráfica, cátedra B, en la FCC-UNC.