Con una olla popular y al compás de la música, los vecinos de  villa El Bordo festejaron el aniversario de la aprobación, por parte de la Legislatura, de la expropiación del terreno donde se encuentran sus casas.  Este es un paso crucial para que puedan avanzar en el arreglo de sus viviendas sin el temor a ser desalojado por desarrollistas.

Por Fidel Riveros. Estudiante FCC.

Para los vecinos de El Bordo -ubicado en cercanías de la avenida Colón al 3400- lograr que la Legislatura aprobara la expropiación del terreno donde se ubican sus viviendas fue clave en la larga lucha que vienen llevando a cabo. Es que para lograrlo fueron necesarias muchas jornadas de protesta y un sinfín de acciones legales. Además, entre medio, sufrieron incontables intentos de desalojo por parte del gobierno para que, en el lugar donde habitan, se construya un mega emprendimiento edilicio.

Todo estalló el día que varios medios de comunicación de la Ciudad de Córdoba afirmaron que el grupo GNI (parte del grupo GAMA, cuyo titular fue condenado a 5 años de prisión por usurpación) iba a construir en la villa y reubicar las familias.

Así fue que, desde el 2008, comenzaron los conflictos, aquellos que a Franco, tanto lo movilizaron. Él comenzó ofreciendo apoyo escolar para los chicos hasta que se enteró de la llegada del grupo empresario y de los problemas que podía generar. En conjunto con los vecinos del lugar decidieron armar el Centro Comunitario, para proteger la villa.

Desde ese momento, el Centro Comunitario fue la sede donde se organizaba el plan de acción para impedir que cualquier vecino sea desalojado de su vivienda. En aquel lugar -donde alberga las reuniones, el apoyo escolar y funciona un merendero- se creó la Asamblea del Bordo, que es el caballo de batalla con el cual luchan aún para lograr permanecer en el lugar donde viven y son felices.

Al haber trabajado tantos años en el barrio, Franco recuerda a la perfección todos los intentos de desalojo de los que han sido víctimas los vecinos. Muchos fueron cometidos a través de vías legales por parte de la Justicia. Sin embargo, no fue el único recurso utilizado, ya que además, en algunas ocasiones, eran trabajadoras sociales las que amenazaban a los vecinos con quitarles a sus hijos, bajo la excusa de las malas condiciones de vida del lugar.

Por desgracia, lo dicho en la última oración no está del todo errado. Las familias de la villa El Bordo viven en situaciones precarias. Sus casas se encuentran sin terminar, la mayoría tiene techos de chapa y las paredes sin pintar, además de que la estructura que las sostiene es frágil, notándose a la distancia como es mantenida en pie por un par de ladrillos defectuosamente ensamblados. Además, de todas las viviendas que se ubican en la villa, solo unas pocas gozan de los servicios esenciales (luz, agua, gas). Franco entiende esto, y por ello festeja la expropiación. Él explica que ahora quedan muchos menos pasos para que los vecinos cumplan el sueño de la casa propia en su lugar de origen y en condiciones de vida dignas.

Franco dice que falta que el Poder Judicial apruebe la expropiación, ya que solamente está aprobada por el Poder Ejecutivo. Por este motivo, la justicia sigue llevando adelante juicios y acciones legales para desalojar a las familias. Para que esto ya no suceda, es necesario que el Gobierno Provincial apruebe la mensura del terreno. Es por eso que la Provincia puso alrededor de 600.000 pesos para que la acción se concrete y, luego de saber las medidas del lugar, la Justicia pueda tasar el mismo, e indemnizar si es necesario.

Es un caluroso sábado al mediodía en mayo. En la villa El Bordo, están armados los tablones de maderas y las sillas. Al lado del Centro Comunitario, una de las vecinas más viejas del barrio comienza a cocinar el locro en dos ollas muy grandes que, de igual manera, son insuficientes para la cantidad de asistentes.

Mientras van llegando algunos vecinos, el sol, que alumbraba sobre la totalidad de la villa, es tapado por el enorme edificio en construcción que se encuentra en la manzana de enfrente.

Aquel enorme edificio, aún en construcción, es el símbolo de una de las batallas perdidas. Es que aquel terreno donde hoy se sigue levantando la obra perteneció alguna vez a la Villa. Son dos manzanas las que GAMA pudo utilizar para la construcción, lo que implicó la relocalización forzada de 4 familias.

No fue la única batalla perdida por los vecinos. Justo por detrás de la villa también se encuentra una fábrica de ropa, perteneciente a BANDO, que también se pudo apropiar de una parte del barrio.

Pero, a pesar de todo, los vecinos no se detuvieron, y por eso pueden festejar por haber ganado la mayor batalla, la más larga y tal vez la más difícil.

Mientras la gente hacía una larga cola para comprar su porción de locro, del fondo de la villa, aparece un vecino con una fuente grande, que es para llevarle la comida a sus nietos. En el barrio todos lo saludan y él, muy atento, devuelve el saludo y se queda a conversar. Su nombre es Roque Mario Cuello, pero todos lo conocen como Kero.

El Kero nació en El Bordo en el año 1950. Su madre ya vivía allí desde hacía un tiempo. Vivió en el barrio junto a sus hermanos -fallecidos todos-, sus hijos -fallecidos también-, y sus nietos. Él recuerda como toda la vida fue amenazado, junto con los vecinos, por aquellos que querían desalojarlos. Por eso mismo festeja también la expropiación, ya que, como él dice, le da la posibilidad a las 100 familias del barrio de tener una vida digna y una garantía de que el lugar donde viven ya es de ellos.

Crítico de aquellos que quisieron sacarle su hogar, dice en tono  sarcástico “el poder económico siempre tiene una carta bajo la manga”, y recuerda como siempre salían personas con papeles truchos y fechorías similares.

No está impaciente por lograr culminar el proceso para que le den la escritura. Kero sabe que es algo que llevará mucho tiempo y reflexiona: “esperamos 70 años (para lograr la expropiación), podemos esperar un poco más”. También sabe que la cuestión no es fácil, que la lucha va a seguir, pero que la victoria será suya, porque los años en demasía viviendo en el barrio, sumado a la fe en ellos provocada por la victoria frente a los empresarios usurpadores son más fuertes que cualquier traba que se ponga en su camino.

Luego el Kero va a buscar el locro para sus nietos y se aleja lentamente hacia el fondo de la villa, mientras que, cerca del Salón Comunitario, los vecinos de El Bordo festejan, con música, baile y locro, la victoria de los vecinos que sueñan día a día con lograr el sueño de la vida digna en el lugar en el que ellos elijan vivir.