Por Micaela Fe Lucero. Estudiante FCC*
Hay una conexión palpable entre los asistentes a una marcha. Una complicidad entre todos, aunque vayas sola, aunque pases sólo a ver o marchen vos y una amiga. Estás tan absorta en la consigna, en un canto o en una bandera, que esos símbolos significan todo, a veces ni ves a los conocidos que te cruzás.
En la marcha terminás de entender todo el poderoso llamado de decir “Nunca más” o “Presentes”. Por eso no sé los nombres de las personas que salen en mis fotos, por eso registré algunos objetos sencillos que para mí bullían de poesía. Pocas cosas me transmiten tanta fuerza como la mirada de la señora de cabellos blancos, o la niña sosteniendo una flor roja entre los brazos de su padre, extraños que amablemente me prestaron sus rostros. Ni hablar de la abuela que avanza primera, digna, seria y hermosa en su silla de ruedas, con su pañuelo blanco que nos abraza como a su cabeza.
No puedo ni empezar a imaginar la fuerza que han tenido. Su coraje aún nos sostiene. Siempre pienso que no podría tener ni la mitad de la valentía de los que se opusieron a aquellos años oscuros. Al menos sé que hoy puedo seguir encendiendo la memoria, repensando discursos, cantando deseos. Marchando, conociendo. Y eso es gracias a todas esas personas que ese día estaban ahí, o que no estaban pero que acompañaron. Es gracias a sus bailes, a sus silencios que hablan, a sus artes.
Eran las 9 de la noche y la columna de gente seguía doblando la esquina de Colón y General Paz. Han pasado 41 años, y la señora de la primera fila sigue avanzando. El año pasado alguien me dijo: “Ahora, les toca a ustedes”. Que así sea, y que nos acompañe esa fuerza, esa gracia, hasta que tengamos que decirle esa frase a nuestros hijos.
*La autora confiesa que hace apenas un par de años empezó a asistir a estos eventos, movida por el deseo, la necesidad o la curiosidad, y quizás un poco también impulsada por el ambiente de la querida “escuelita”, la FCC, que hierve de pasión y acción política, de humanidad y lucha. Hace aún menos tiempo que empecé a intentar registrar las marchas fotográficamente.
Mi emoción supera mi habilidad con la cámara, pero al revisar las fotos me di cuenta de que intentaba transmitir lo que siento, lo que sentí esa tarde húmeda del 24.