El escritor santafesino de 89 años avanza como un maratonista. Durante su visita a Córdoba fuimos testigos del cariño de la gente y repasamos su trayectoria.
Por Gaston Klocker. Estudiante FCC.
El ruido de la ciudad se esconde detrás del tono de la línea. Marco su número y tarda dos segundos reloj en atenderme, algo que se repetirá en adelante: dos segundos exactos. Del otro lado reina el silencio. Me lo imagino siempre sentado, rodeado de libros, con el teléfono a mano y medio soñoliento como esperando a escucharlo sonar. Surge una voz inconfundible, nada parecida a la primera voz de un llamado fallido a la casa de su hermano.
-¿Osvaldo? -inquirí con extraña familiaridad.
– Sí, ¿cómo le va? –respondió resoplando.
Cuántas llamadas debía recibir por semana, en un mes, o en un año en “El Tugurio”, como bautizara su amigo Osvaldo Soriano a su casa en el barrio de Belgrano.
-¡Oh! No podría decirte un número; pero son muchas entre periodistas, estudiantes, historiadores. Siempre llegan invitaciones y cuando puedo trato de cumplir. Uno está para eso, tiene que haber un compromiso desde el lugar que le toca ocupar.
La presencia política de su obra y la actualización de sus contenidos, combinando la historia con lo biográfico, destacan la obra de Osvaldo Bayer en el mundo y lo acercan al público adolescente. Mundo Bayer (2012; Canal Encuentro) y La Livertá (2014), documental de Gustavo Gzain que se exhibió en el Cineclub Municipal de Córdoba, son algunos ejemplos de la aparición de ciclos sobre su trayectoria e investigaciones que explotan al máximo las posibilidades de la tecnología.
Además, en la agenda mediática siempre aparece algo que nos remite a él. Su reciente triunfo en la justicia sobre los nietos de José Alfredo Martínez de Hoz, por el film Awka Liwen (2010), reivindica su posición inquebrantable. Incluso, paradójicamente, las noticias mencionan a una empresa de nombre homónimo a su apellido que compró la multinacional Monsanto. Y nos remite a sus palabras: “El compromiso político como escritor siempre tiene que estar presente. No se puede abandonar a la sociedad, y menos a los explotados, a los perseguidos, a los desposeídos. Hay que decirle no a la oligarquía y a los poderosos”.
-¡Cómo no! Espéreme un momento que revise la guía.
Bayer pasa las hojas con lentitud, leyendo en voz baja, casi murmurando. Su agenda nunca está completa: siempre puede más. En su reciente visita a nuestra Provincia fue por demás solicitado: participó de variados eventos, siempre rodeado del afecto de la gente y con la idea fija de los compromisos por cumplir. Firmando autógrafos, atendiendo a las fotos o contestando preguntas sin diferenciar.
Las luces tenues del Teatro Real son testigos de su ingreso al escenario, a paso cansino, de saco marrón y con una rosa en el pecho, acompañado por dos personas que lo ayudan a sentarse. La ovación se sostiene en el aire, de principio a final, en cada frase o palabra. La presentación de Nota IX / Homenaje a Juan Gelman, uno de los tres reconocimientos al poeta en la Feria del Libro de Córdoba, lo tiene como protagonista indiscutido. Se acomoda en la silla, medio encorvado y deja descansar sus brazos entre medio de las piernas, mirando de reojo al público presente.
Será casi una hora de espectáculo en donde hablará de temáticas varias, o seguirá el compás de algún tango con la punta de sus zapatos. Los altoparlantes convierten al teatro en un estudio de radio: Radio Garabombo / la voz de los invisibles / la radio de la ciudad de Córdoba / desde el corazón del viejo abrojal. Los ojos celestes de Osvaldo se pierden en el vacío con un tono reflexivo. En un breve repaso de su vida recuerda a dos grandes amigos: Rodolfo Walsh, “el mejor de todos, necesitamos un monumento de él”, y Juan Gelman, en una amistad que quedó documentada en la piel y a través de un libro conjunto: “Exilio”.
Alemania es una referencia inmediata cuando se habla de Bayer. La descendencia se entremezcla con su formación académica, pero también con el exilio. En nuestro país incursionó fugaces estudios en Medicina y Filosofía, pero su inclinación por el pensamiento socialista lo llevaría a la Universidad de Hamburgo, donde recibió de Historiador. Tiempo después, hacia 1975, la censura y persecución por parte del gobierno de Isabel Martínez de Perón lo obligarían a exiliarse hasta la finalización de la última dictadura militar.
Essen y Berlín fueron sus asilos hasta su retorno, ocho años después, en la primavera de 1983. En esta etapa pudo profundizar sus conocimientos sobre la cultura alemana: trabajó en televisión y tradujo textos de Goethe, Frank Kafka, Bertolt Brecht y Thomas Mann. La distancia no le impidió reafirmar su compromiso político para con Argentina. Entre charlas y conferencias, su militancia en favor de los Derechos Humanos tuvo como hito la visita de Madres de Plaza de Mayo al país germano. Una de las anécdotas más reproducidas rememora un entredicho entre Bayer y un brigadier, al momento de su exilio: “Usted no volverá a pisar el suelo de la patria”, afirmó Julio César Santuccione, a quién Bayer se ocupó de buscar tras su retorno:
“Es cierto, lo busqué para decirle, ‘mire brigadier, acá estoy de nuevo pisando el suelo de la patria´. Lo busqué durante un tiempo pero después me enteré de su muerte. Una lástima porque tenía varias cosas para decirle”, afirma guardándose vaya a saber qué cantidad de insultos. “Igual sé que en algún momento me lo voy a encontrar, y podré contarle el final de la historia”, se consuela.
Los pasillos del teatro lucen despejados. Bayer cruza por la calle 27 de abril acompañado de una comitiva hacia la Plaza San Martín, donde se toma un descanso antes de continuar su camino para ir a cenar. La Catedral y el Cabildo ilustran de fondo, mientras algunos transeúntes lo reconocen y saludan ocasionalmente. Una postal entre Bayer y Córdoba.
-¿Qué es lo primero que piensa cuando viene a Córdoba?
-Que es una hermosa provincia. Siempre son afectuosos conmigo. Pienso en Agustín Tosco, en el Cordobazo, en los estudiantes y la Reforma Universitaria. Aunque esta provincia siempre tiene dos caras, prefiero quedarme con esa imagen: la Córdoba de las revueltas, como ejemplo de poder popular para salir a las calles.
Bayer fue invitado por el Sindicato Luz y Fuerza a un ciclo de cine-debate llevado a cabo en el salón Agustín Tosco, donde se proyectó La Patagonia Rebelde (1974). Basada en su libro Los vengadores de la Patagonia trágica, la obra relata la huelga de los trabajadores del sur de nuestro país, en conjunción con la represión sufrida, entre 1920 y 1921. La película obtuvo el Oso de Plata en la Berlinale de 1974, y en Argentina recién pudo ser exhibida diez años después debido a la censura sufrida durante del gobierno de facto.
Gran parte de la obra del escritor santafesino, en especial sus libros Severino Di Giovanni y La Patagonia Rebelde, fueron motivo de grandes controversias, discusiones y enfrentamientos entre Bayer y cierto núcleo intelectual, encabezado sobre todo por historiadores radicales y militares.
–¿Por qué decidió profundizar sobre estas temáticas?
-Porque en la historia oficial siempre existen injusticias. Es necesario escuchar a los demás, para conocer sus historias particulares, a veces ocultas… A mí, particularmente, haber vivido parte de la infancia en el sur me permitió conocer algunas de esas historias, por ejemplo, sobre la represión a los peones rurales. La curiosidad, la lectura y la insistencia me ayudaron mucho a la hora de investigar.
-¿Y que sentía en esa búsqueda?
-Sentía que podía darle voz a los silenciados, darle voz a la historia acallada, encontrar para ellos un lugar o una reivindicación en la historia. En cierto punto hice propia esa conciencia, esa lucha, esos intentos gloriosos de rebelión, que otros se encargaban de esconder o bastardear.
“Según minuciosos tratados etimológicos, en las postrimerías del siglo IX la palabra trovador designaba a aquel que encontraba una cosa; luego, por extensión, le fue aplicada a los juglares, a los poetas”. La cita pertenece a una antología poética que hace referencia a Georges Brassens, poeta y cantante francés, pero encuentra una analogía más en Bayer y su capacidad de desenterrar historias del olvido.
El movimiento obrero argentino y la defensa de los pueblos originarios son una constante a lo largo de toda su obra, en donde también dialogan literatura y poesía. Arbolito, Simón Radowitzky, Severino Di Giovanni se transforman en personajes insignia dentro de su reconstrucción de nuestra historia.
-¿Qué herramientas le otorgó el periodismo a lo largo de su carrera?
-Siempre dije que el periodismo me permitió llevar esas historias al gran público, acercarme al pueblo. Y sigo sosteniendo que descubrir verdades y exponerlas en un lenguaje común es el único camino hacia una conciencia real, hacia una conciencia general. El lenguaje académico debe combinarse con el potencial de impacto del lenguaje ordinario.
-¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en la actualidad?
-El mismo de siempre: estar cerca de la comunidad. Mientras sigan existiendo injusticias, el periodismo será necesario. La comunicación o el periodismo pueden ser verdaderos motores de grandes cambios. Deben ser una herramienta de conciencia que nos ayuden a no aceptar lo dado. Ese es el periodismo que debemos valorar. Un periodismo que nos permita mejorar como sociedad.
Su carrera periodística comenzó a mediados de los años ´50, luego de su primer retorno de Alemania. Ejerció la profesión en Buenos Aires, pero sus intenciones de conocer el interior lo llevaron a Esquel, uno de los destinos que marcarían su carrera. Allí trabajó en Noticias Gráficas, Esquel y fundó La Chispa, “el primer periódico independiente de la Patagonia”, donde su defensa hacia los Mapuches le valieron la expulsión por parte de Gendarmería.
-¿Podría recordar su encuentro con Ernesto Che Guevara?
-¡Claro! Córdoba tiene un papel importante en ese encuentro. Nos invitaron para el primer aniversario de la Revolución Cubana, hacia 1960. Yo fui como Secretario General del Sindicato de Prensa. En una charla el Che nos transmitió la experiencia cubana y su intención de trasladarla a Argentina. Él insistía con que debía haber campamentos infiltrados en las sierras cordobesas para empezar tomando comisarías y pueblos, ganando también, espacios en la prensa. Él tenía una gran convicción pero quizás eran realidades distintas… Era un hombre increíble.
Bayer fue nombrado ciudadano ilustre de Alta Gracia en su reciente visita al Museo de Ernesto Che Guevara, donde disertó para doscientas personas. Recordó con emoción algunas anécdotas y concluyó con un grito de guerra: ¡Viva la libertad y la igualdad!”
Siempre quedarán cosas por contar sobre Osvaldo Bayer. O mejor: siempre tendrá algo para decirnos. La voz de los que hicieron callar sin razón. La voz de los imprescindibles. “Lo primordial es transformar la vida, lo demás no tiene importancia”, decía Antón Chejov. ¿Y su pudiese transformarse algo más allá de la vida?
-¿Osvaldo, si tuviese que escribir un libro en el cielo, sobre quién escribiría?
-¿¡En dónde!?
-En el cielo…en el paraíso…
-Mmm… Creo que sobre Dios, sobre Dios y sus injusticias.