Martín Cabrera acaba de estrenar el unipersonal “Pañuelos de Tela” y es artífice de la murga Contraflor al Resto. Diálogos con un artista multi escénico.
Por Leonardo Cardozo y Belén Pretto, estudiantes FCC.
“Más que un actor soy un narrador oral”. Así se define Martín Cabrera. Está por cumplir 30 y empezó en el mundo de las artes escénicas a los 18, cuando una obra en un teatro cordobés le “voló la cabeza”. Ahí abandonó sus estudios en la Escuela de Ciencias de la Información y eligió la Facultad de Artes. Pero para rastrear su primer contacto
con el escenario hay que viajar más de 20 años atrás y más de 300 kilómetros hacia el norte.
En Recreo, Catamarca, Martín empezó a hablar a los seis años. Recién pudo solucionar el problema en el paladar que le impidió pronunciar la que hoy es su herramienta de trabajo, la palabra. Como contrapartida, lee y escribe desde los cuatro. Le enseñó su abuela, anticipando a la escuela. A los seis, Martín hablaba todo lo que antes no podía. Tanto que comenzó a conducir un programa radial del pueblo. Su voz nueva empezó a hacerse conocer y dos años más tarde lo invitaron a presentar un espectáculo por primera vez. “Imaginate la ternura que generaba escuchar a un niño que venía de ganarle una batalla zarpada al silencio”, dice. Esas presentaciones marcaron su primera subida al escenario, ese territorio al que se referirá casi con sacralidad llegando a los treinta años.
El desarraigo
Cabrera llegó a Córdoba para estudiar en la Universidad. El contraste con su pueblo de 25.000 habitantes, 20 por 20 manzanas aproximadamente, fue notable y es una marca fuerte en sus obras. “Soy un pibe de pueblo y me son ajenos los edificios, las bocinas y las escaleras mecánicas. Mi arte trabaja sobre ese desarraigo”, explicó. En su última obra, Pañuelos de Tela, se inspiró en una serie de historias de su infancia en Recreo.
“Es un unipersonal que parte de una confesión propia: de niño me gustaba jugar con muñecas”, describió Cabrera. Compuesta por relatos y canciones, la narración avanza entre historias de mujeres de su pueblo: Rosita, que vendía rifas; una llorona de velatorios; el encuentro de su abuela con Evita, y otras doñas que completan un espectáculo de una hora y cuarenta minutos de duración.
La obra es escrita, producida y narrada por el propio Cabrera, acompañado en las canciones por un músico. “No estaba llegando a fin de mes y necesitaba un trabajo redituable, así que cuanto menos gente participara, mejor”, confesó. El estreno fue el último domingo en Cocina de Culturas. El artista contó que se alegró cuando vio que la gente se quedó hasta el final. “Pensé que se iban a ir a la media hora, pero no”, rió. Se tomará un mes para evaluar esa primera función y modificar lo necesario para la segunda y la tercera, que serán el 30 de junio y el 7 de abril en Casa Laberinto (frente a Radio Nacional).
Contraflor al Resto
De aquellos seis años de voz ausente no sólo nació un narrador oral, un conductor de radio y un presentador: nació también, por increíble que parezca, un sobreprimo. Así se le llama en la murga uruguaya a la voz que alcanza los registros más altos. Cabrera lo explicó con humor: “es que nunca cambié la voz”. La murga que integra se llama Contraflor al Resto y es una de las primeras de estilo uruguayo en Córdoba. El género teatral y musical que viene del otro lado del Río de la Plata pone el foco en la puesta en escena y en el canto, a diferencia de las murgas porteñas que se caracterizan por el desfile y baile típico, y por el ritual del Rey Momo.
“Somos una murga muy tradicionalista porque el coro es sólo de voces masculinas”, aclaró Martín, y agregó que el grupo se compone también por una batería desarmada: platos, redoblantes y bombo por separado; un director en escena, y detrás un grupo de maquilladoras, vestuaristas y fotógrafos. Cabrera no sólo pone su voz, sino que también se encarga de la producción ejecutiva y de la prensa.
Contraflor al Resto se encuentra presentando “Lalocura”, un espectáculo que ironiza sobre los temas de la actualidad, utilizando la figura del demente. Proyecta con humor una realidad social utilizando la poesía y las melodías copiadas de otras canciones, como es costumbre en las murgas de este estilo.
Córdoba al escenario
El camino que se encuentra recorriendo Martín por los escenarios cordobeses lo posicionan firmemente con respecto a los proyectos que encara. “Córdoba está haciendo el mejor teatro del país después de Buenos Aires ciudad, por su puesto”, explicó orgulloso. Si bien no es cordobés, admitió que fue necesario adecuarse al modo de vida de la ciudad para poder crecer artísticamente y hacer lo que realmente quiere, ya que El Recreo no se lo permitía.
Hace poco se realizó la Fiesta Nacional del Teatro, el único evento federal que reúne a todas las provincias del país. Cabrera señaló que tres de las mejores cinco obras eran cordobesas, y que hay mucha calidad aunque poco público. “Cuesta mucho generar reconocimiento a través de las funciones y que nos den espacio en los medios”, confesó comparándolo con el tratamiento y consideración que se le da al teatro porteño.
Las políticas culturales de parte del Estado Nacional han ayudado mucho a la escena cordobesa en los últimos años. “Esperemos que se conserven”, remarcó Cabrera y agregó que la Provincia y la Municipalidad también tienen lo suyo, alentando los programas de cultura en los barrios y fomentando la producción artística a partir de premios y concursos. “Aunque faltan un montón de cosas, hay que reconocer lo bueno”, finalizó.