Por Agostina Iglesias, estudiante ECI UNC.
En tiempos de definición de modelo, de políticas, se vuelve indispensable volver la vista a nuestra historia. Es allí donde encontramos los orígenes de luchas y polémicas que aún continuamos, de procesos inacabados que seguirán en desarrollo.
Hablamos de soberanía a menudo sin comprender su transfondo, el esfuerzo que implicó su acceso, lo mucho que nos queda por consolidar.
El 20 de noviembre de 1845 fue sólo un comienzo. Una batalla que más allá de la derrota militar, logró afianzar una postura de firmeza contra las grandes naciones, galvanizar la Confederación. Mucho mas que la lucha por la libre navegación del río, formó parte también de un conflicto interno entre unitarios y federales, imponiendose los intereses políticos y económicos globales una vez más en nuestra efemérides.
La flota anglo-francesa bloqueó el puerto de Buenos Aires intentando obtener la libre navegación del río Paraná y el general Juan Manuel de Rosas, responsable de las relaciones exteriores del territorio nacional, los enfrentó en la Vuelta de Obligado, en la localidad de San Pedro. Mansilla, encargado de la defensa del territorio nacional, tendió de costa a costa barcos sujetos por cadenas y colocó cuatro baterías de cañones. La escuadra invasora contaba con fuerzas muy superiores a las nuestras y a pesar de la heroica resistencia las cadenas fueron rotas y se adentraron en el Río Paraná.
Sin embargo, Inglaterra y Francia firmaron con la Confederación Argentina un tratado de paz por el cual se reconocía el derecho de nuestro país sobre los ríos internos, y la libertad para resolver asuntos propios con otros países sin intervención extranjera.
Las potencias mundiales de aquel entonces estallaron 21 cañonazos como símbolo de respeto, 21 explosiones que aún hoy sentimos como latidos del corazón de cada uno de los individuos que ama lo que hace en su país, en cada risa de un niño jugando en la riqueza de nuestras tierras, en cada nieto que encuentran las abuelas, en cada aniversario de un año más de democracia ininterrumpida, cada vez que nuestros jugadores pisan una cancha con la celeste y blanca, en cada voz entonando el himno.
Sean rotas las cadenas. Vuelta de Obligado es una batalla que incomoda, que moviliza porque nos obliga a replantearnos un presente vivo, a cuestionarnos hasta qué punto hacemos uso de la autonomía por la que años atrás hombres de espada perdieron su vida. Lleva intríseca la necesidad de defender lo nuestro, de cuidar nuestros recursos, de renacer en nuestras tradiciones.
Es la eterna lucha de los argentinos por soñar horizontes propios e independientes. Es también, un mundo que quiere que todos coman, que todos eligan, que todos navegen sus aguas.
Video complementario: https://www.youtube.com/watch?v=iTum7el4Cxc