De los nacimientos traumáticos a los nacimientos placenteros hay una brecha muy grande.

 Por Celeste Barreto; Cecilia Fernandez Devoto y Tomás Fernández. Estudiantes ECI UNC

Recorremos casos graves de situaciones límites que ponen en evidencia a gran parte del sistema de salud actual que no contempla medidas moderadas en cuanto a los procesos integrales de embarazo y nacimiento.

Paula Pisak después de dar a luz por cesárea entró en estado de coma. Hoy convive con discapacidad auditiva y motriz luego de una mala praxis durante el parto de su hija, que hoy tiene 10 años. “Tuve un embarazo perfecto. Era profesora de Letras y nunca pedí licencia. Cuando rompí bolsa, fui al sanatorio a las 19, y a las 23.30, sin ninguna explicación me hacen una cesárea. A la medianoche nació Agustina, hermosa, perfecta. Y yo, quedé en coma”, compartió la mamá en la nota de Télam del 16 de mayo “Se estrena ‘Las formas de nacer’, un documental misionero que concientiza sobre la violencia obstétrica”.

Ella recuerda que mientras le hacían la cirugía “todos estaban alterados; yo incómoda por los gritos y sacudones, con las manos estaqueadas, el suero colgando de las manos de una enfermera que subía y bajaba de a ratos”. La mujer de 36 años señala: “Yo recuerdo todo, a pesar de que una parálisis me había hecho presa de mi cuerpo, no podía hablar, ni moverme. Estuve cuadripléjica. Volví a casa sorda y en silla de ruedas”. Y continúa: “Me habían perforado la médula con la anestesia. Sobreviví, dicen, porque era joven. Yo sé que lo hice por las ganas que tenía de ver y conocer a mi hija”, sostiene esta madre que hoy lucha por erradicar todos los tipos de violencia en el sistema de salud.

La violencia obstétrica es el resultado de muchas prácticas donde se presiona y se expone a las mujeres a situaciones violentas. Por ejemplo, no se les informa correctamente sobre los pasos a seguir durante el parto. Omiten las decisiones de la madre; medicar sin referencias e  inducir a la cirugía de cesárea como primera opción.  Circunstancias que superan la esfera individual, y en estos casos se evidencian en instituciones como hospitales públicos, privados, clínicas de maternidades –entre otros-, donde aparece este tipo de violencia que atenta contra los derechos de parturientas. Si bien las afectadas son mujeres, no sólo es una cuestión de género masculino o femenino, es una práctica social, y en muchos casos, son mujeres las que brindan servicios o atenciones, y tampoco contemplan los partos humanizados.

Un caso poco resonante pero fatal que visualiza al extremo este tipo de violencia, ocurrió en la ciudad de Deán Funes, Córdoba. El viernes 15 de mayo, Luisa Quiroga, 24 años, madre de un hijo de 8, dio a luz a su segunda hija –por cesárea– que pesó 2.700 kg. La joven madre fue dada de alta al día siguiente, luego regresó el lunes a la institución privada –Clínica Deán Funes– por dolores intensos en su vientre. Allí fue internada y derivada al hospital Ernesto Romagosa en grave estado de salud. En principio se cree que habría sufrido una gran infección, producto de la falta de una adecuada evacuación de restos cuando se realizó la cesárea.

“Estaba helada, pero hecha agua, con sus piernas moradas, y nadie hacía nada por bajarle la fiebre”, denunció su hermana. El Fiscal Gómez, a cargo de la causa por la muerte de Luisa, resolvió imputar al Dr. Horacio Ansaldi por “homicidio culposo”, luego de recibir los resultados anatomopatológicos que se le practicaron al cuerpo de la joven. Según informo el diario La Mañana no es la primera vez que la institución y el obstetra deben enfrentar denuncias.

Los casos varían pero se repiten las atrocidades que derivan incluso en la muerte. Las historias de Paula y Luisa se suman a un listado de antecedentes de madres que terminaron con serios problemas no sólo físicos sino también psicológicos donde muchas veces se opta por evitar los embarazos para no vivir de vuelta dolores, sufrimientos y falta de contención.

Partos domiciliarios: una opción íntima pero costosa

“A último momento decidí tener el parto en mi casa, mi compañero tenía miedo y no se animaba. Yo no tuve una mala experiencia en clínica, pero me hicieron un par de maniobras que no estuvieron buenas, como la maniobra de Kristeller que te empujan el bebé” sostuvo Constanza Guillamondegui. También contó a este medio que después de esa situación, terminó con mucho miedo de volver a parir, entonces empezó un recorrido de mucho tiempo por médicos “naturalistas”, lo que le devolvió la confianza para elegir su casa como espacio para parir.

Constanza tuvo la oportunidad de vivir las disimilitudes de un parto en clínica y otro natural. “La diferencia entre un nacimiento y otro, fueron abismales. La primera es el rol del compañero. En el segundo parto, el me sostenía de atrás y yo estaba en cuclillas. Tuve la sensación de que el bebe salió de los dos”. Otras de las diferencias, explicó: “Es el hecho de poder quedarte en tu casa, que no te lleven el bebé; él se queda y las decisiones las tomas vos.”

En el año 2013, según  el sistema estadístico de vitalidad del Ministerio de Salud de la Nación, de los 56.438 nacimientos registrados en la provincia de Córdoba, sólo 214 partos fueron en domicilios particulares. La opción cómoda de parir en casa tiene su contrapartida, la mayoría de las obras sociales no cubre los gastos y el servicio con partera cuesta alrededor de mil dólares. Lo que se fomenta desde diversas organizaciones es generar un ámbito agradable y de sumo respeto en cada grupo familiar que llega a una clínica privada o establecimiento de salud pública, para percibir al nacimiento como una verdadera fiesta sin presiones económicas ni emocionales.

Recién nacidos

La Ley Nacional 25.929 de Parto Humanizado trata sobre los derechos de padres e hijos durante el proceso de nacimiento, sostiene –entre otros puntos– el derecho de la parturienta a estar acompañada por una persona que la mujer elije, y también contempla generar el vínculo precoz madre-hijo al momento del post parto.

Por otra parte, en relación a relevamientos de este medio sobre otros países en las formas de erradicar la violencia obstétrica, el periodista Waldo Cebrero relata en la nota ‘Viaje en busca de un lugar donde parir que “en Holanda, por ejemplo, la mitad de los partos son atendidos en domicilios por parteras que provee el sistema de salud pública. Una pareja debe pagar si pretende ir a un hospital a parir sin una razón médica que lo justifique. En Inglaterra hay lugares especiales adaptados para los nacimientos  integrados a los hospitales, donde reinan las parteras”.