Guillermo Martínez participó del Encuentro Córdoba Mata durante la Feria del Libro de Córdoba y analizó las características del género policial.

Por Lucía Céspedes. Estudiante ECI. Fotos Manuel Bomheker. Egresado ECI.

Uno de los autores argentinos más traducidos en el mundo, inició la entrevista con una explicación, como en todo buen policial. A la manera de su admirado Hércules Poirot, pidió un té y activó las “pequeñas células grises”. “La necesidad y maravilla de la solución es una de las claves de por qué todavía seduce la novela policial. Cuando la solución emerge, sentimos que no podía ser de otra manera, que esa es la verdadera explicación, aunque no lo hubiéramos imaginado”, expresó.

Todo género literario tiene sus convenciones, que más que lugares comunes podríamos llamar rituales. El policial, como uno de los géneros más altamente ritualizados, genera ciertas expectativas entre los lectores acerca del texto.

Martínez consideró que al final del relato, un orden lógico distinto al que el lector venía manejando se impone, y todos los hechos cobran sentido bajo una nueva luz. Por ello la novela policial establece una relación muy particular con el lector, quien debe tener los elementos para resolver por sí mismo el misterio. “El corazón del policial sigue siendo la intriga, a pesar de que se vayan actualizando los escenarios. En otras novelas el lector se deja seducir y convencer. En el policial hay un plano de desafío, de leer contra el autor tratando de desenmascarar el truco”, dijo.

Sin embargo, confesó ser “bastante crédulo como lector. No tiendo a hacer hipótesis. Me siento más en la situación del chico que está admirando un juego de ilusionismo”.

-¿Cómo te acercaste al policial?

-En mi infancia, mi papá y mi mamá compraban la colección Polidoro, que traía cuentos de las Mil y una noches, cuentos folklóricos, cuentos de hadas, hasta que empecé a darme yo mismo mis propias lecturas. En una época me leí todas las novelas de Sherlock Holmes, Agatha Christie, Patricia Highsmith. Pocos autores policiales, pero que leí intensamente. Como escritor, fue por encargo de un portal que se llama educ.ar. Me pidieron que escribiera una novela corta, pensada para chicos del colegio secundario, que se iba a publicar por entregas online volviendo al género del folletín. El proyecto se desvaneció y me quedé con los cuatro primeros capítulos. Después decidí reescribirla, ya con otras muertes y otras dimensiones.

Tal fue la concepción de Crímenes Imperceptibles, la novela que le permitió dedicarse enteramente a la escritura y abandonar su carrera como matemático. Pero solamente la carrera. La matemática, la lógica y los sistemas formales de pensamiento ahora se agazapan en sus cuentos y novelas.

“Empecé a escribir en un estado de memoria emotiva de aquellas lecturas de mi adolescencia, combinando recuerdos gratos con un cierto interés teórico. Habría una serie que va de Dupin, el detective puramente lógico, a Holmes, el de la ciencia deductiva experimental, a Poirot, el de los deslices psicológicos y conversaciones triviales. Entonces me preguntaba cómo sería un detective en la época contemporánea, en que las grandes teorías muestran sus limitaciones. En el policial hay algo de estricto que lo vuelve afín a las simetrías, a las ideas matemáticas, pero se pueden pensar muchos medios de meter matemática en la literatura”.

-Escribiste cuentos y novelas casi en partes iguales. ¿Tenés alguna preferencia?

-Pienso las historias como cuentista, primero algo del principio y del final, pero me gusta más el género intermedio de la nouvelle [novela corta]. Creo que reúne lo mejor de ambos mundos. Por un lado, la unidad, el ritmo, el tempo del cuento con la posibilidad de desarrollo de personajes que te da la novela. En el cuento eso es mucho más difícil. Hay que ingeniárselas para desarrollar personajes en el policial. A los posibles sospechosos es mejor no mirarlos demasiado por adentro, sino un poquito más de lejos para no revelar la clave del comportamiento de cada uno. En el whodunnit [contracción de who’s done it, quién lo hizo], eso define la trama.

Dentro del enigma que encierra la práctica de la escritura, para Martínez la inspiración es la parte más misteriosa. “No sé si hay un mecanismo. Se me ocurren algunas ideas que reclaman más atención, se presentan más atractivas o más completas o con un final más interesante. El género es algo que aparece -o no- después. Siempre tengo ideas de más porque soy muy lento para escribir”, admitió, al tiempo que calificó de “fundamental” al ejercicio de lectura. “Mientras escribo, leo libros que tengan que ver con lo que estoy pensando, afines al mundo en el que estoy escribiendo, para tener cierta dimensión de profundidad. Escribir es leer”, concluyó.