Elegido por una asamblea estudiantil-docente, fue el director de la fugaz “primavera democrática”, un tiempo de ebullición política que se plasmaba en iniciativas como la contrainformación. Su gestión se apuntaló en la participación horizontal y el propósito de una comunicación emancipadora y comprometida con la realidad social de Latinoamérica. Amenazado de muerte por la Triple A, se vio obligado a renunciar y retirarse al exilio interno. Tras el retorno democrático, volvió a la docencia en la ciudad de Mar del Plata.